PEQUEÑAS SEMILLITAS
Año 8 - Número 1990 ~ Domingo
31 de Marzo de 2013
- AÑO DE LA FE -
Desde la ciudad de Córdoba
(Argentina)
Alabado sea
Jesucristo…
Domingo de Resurrección. En cuanto se hace de día, tres
mujeres van al sepulcro donde Jesús estaba enterrado y ven que no está su
Cuerpo. Un Ángel les dice que ha resucitado. Van corriendo donde está la Virgen
con los Apóstoles y les dan la gran noticia: ¡Ha resucitado! Pedro y Juan
corren al sepulcro y ven las vendas en el suelo. Ahora entienden que Jesús es
Dios. El desconsuelo que tenían, ayer, se transforma en una inmensa alegría. Y
rápidamente lo transmiten a los demás Apóstoles y discípulos. Y todos
permanecen con la Virgen esperando el momento de volver a encontrarse con el
Señor.
Desde entonces, todos los cristianos podemos tratar al
Señor, que está Vivo. Hoy estamos muy contentos y es momento de darle
constantemente gracias a Dios.
Como Pedro y Juan, tú también tienes que preocuparte de
que tus amigos sepan que Jesús ha resucitado, y le traten. Pídele esa
preocupación.
La Palabra de Dios:
Evangelio de hoy
El primer día de la semana va María Magdalena de
madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del
sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a
quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no
sabemos dónde le han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al
sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más
rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en
el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el
sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no
junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el
otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues
hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía
resucitar de entre los muertos.
(Jn 20,1-9)
Comentario
Hoy «es el día que hizo el Señor», iremos cantando a lo
largo de toda la Pascua. Y es que esta expresión del Salmo 117 inunda la
celebración de la fe cristiana. El Padre ha resucitado a su Hijo Jesucristo, el
Amado, Aquél en quien se complace porque ha amado hasta dar su vida por todos.
Vivamos la Pascua con mucha alegría. Cristo ha
resucitado: celebrémoslo llenos de alegría y de amor. Hoy, Jesucristo ha
vencido a la muerte, al pecado, a la tristeza... y nos ha abierto las puertas
de la nueva vida, la auténtica vida, la que el Espíritu Santo va dándonos por
pura gracia. ¡Que nadie esté triste! Cristo es nuestra Paz y nuestro Camino
para siempre. Él hoy «manifiesta plenamente el hombre al mismo hombre y le
descubre su altísima vocación» (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes 22).
El gran signo que hoy nos da el Evangelio es que el
sepulcro de Jesús está vacío. Ya no tenemos que buscar entre los muertos a
Aquel que vive, porque ha resucitado. Y los discípulos, que después le verán
Resucitado, es decir, lo experimentarán vivo en un encuentro de fe maravilloso,
captan que hay un vacío en el lugar de su sepultura. Sepulcro vacío y
apariciones serán las grandes señales para la fe del creyente. El Evangelio
dice que «entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al
sepulcro; vio y creyó» (Jn 20,8). Supo captar por la fe que aquel vacío y, a la
vez, aquella sábana de amortajar y aquel sudario bien doblados eran pequeñas
señales del paso de Dios, de la nueva vida. El amor sabe captar aquello que
otros no captan, y tiene suficiente con pequeños signos. El «discípulo a quien
Jesús quería» (Jn 20,2) se guiaba por el amor que había recibido de Cristo.
“Ver y creer” de los discípulos que han de ser también
los nuestros. Renovemos nuestra fe pascual. Que Cristo sea en todo nuestro
Señor. Dejemos que su Vida vivifique a la nuestra y renovemos la gracia del
bautismo que hemos recibido. Hagámonos apóstoles y discípulos suyos. Guiémonos
por el amor y anunciemos a todo el mundo la felicidad de creer en Jesucristo.
Seamos testigos esperanzados de su Resurrección.
Mons. Joan Enric VIVES i Sicília Obispo de Urgell
(Lleida, España)
Santoral Católico:
San Benjamín
Diácono y Mártir
El rey Yezdigerd, hijo de Sapor II puso fin a la cruel
persecución de los cristianos que había sido llevado al cabo en Persia durante
el reinado de su padre. Sin embargo, el obispo Abdas con un celo mal entendido
incendió el Pireo o templo del fuego, principal objeto del culto de los persas.
El rey amenazó con destruir todas las iglesias de los
cristianos, a menos que el obispo reconstruyera el templo, pero éste se rehusó
a hacerlo; el rey lo mandó a matar e inició una persecución general que duró 40
años. Uno de los primeros mártires fue Benjamín, diácono. Después de que fuera
golpeado, estuvo encarcelado durante un año.
Benjamín era un joven de un gran celo apostólico en bien
de los demás. Hablaba con fluida elocuencia. Incluso había logrado muchas
conversiones entre los sacerdotes de Zaratustra. Los meses que pasó en la
cárcel le sirvieron para pensar, orar, meditar y escribir.
En estas circunstancias llegó a la ciudad un embajador
del emperador bizantino y lo puso en libertad. Y le dijo el rey Yezdigerd:
"Te digo que tú no has tenido culpa alguna en el incendio del templo y no
tienes que lamentarte de nada".
¿No me harán nada los magos?, preguntó el rey al
embajador. No, tranquilo. No convertirá a nadie, añadió el embajador.
Sin embargo, desde que lo pusieron en libertad, Benjamín
comenzó con mayor brío e ímpetu su trabajo apostólico y convirtió a muchos
magos haciéndoles ver que algún día brillará en sus ojos y en su alma la luz
verdadera.
De no ser así –decía – yo mismo sufriré el castigo que el
Señor reserva a los seguidores que no sacan a relucir los talentos que él les
ha dado.
Esta vez no quiso intervenir el embajador. Pero poco
después, el rey lo encarceló de nuevo y mandó que le dieran castigos hasta la
muerte, siendo luego decapitado. Murió alrededor del año 420.
Fuente: Catholic.net
¡Buenos días!
La prosperidad de los malos
Inmensa e
inconcebible es la bondad del Señor, que “hace salir el sol sobre buenos y
malos, y manda la lluvia a justos y pecadores”. En este mundo el Señor da
siempre el perdón a los que con el corazón humillado y quebrantado se
arrepienten de sus pecados. También es indudable que a los servidores fieles
les tiene preparada una corona eterna de gloria en el cielo.
Un hombre muy rico, tenía como únicos
herederos a dos servidores. El primero de los servidores blasfemaba siempre y
se burlaba de la religión. El segundo tenía respeto por Dios y era muy devoto
en sus prácticas religiosas. Al morir el dueño, los dos recibieron la herencia
en partes iguales. El primero pronto negoció y triplicó sus ganancias. El
segundo fue desafortunado y perdió gran parte de los bienes. Este siervo
religioso y fiel a Dios fue al rabino del pueblo a lamentarse: ¿Por qué en este
mundo los blasfemos prosperan y viven felices, mientras los piadosos conocen la
desventura? El viejo rabino, conocido por su sabiduría espiritual, respondió
con una sonrisa: “Si a sus enemigos Dios les da tantos privilegios, piensa cuán
inmenso debe ser el tesoro de bendiciones que tiene reservado a sus amigos”.
La Biblia ha sido
llamada con razón el libro de las promesas. En efecto, casi no hay página en la
que Dios no aliente al hombre por el
buen camino con premios eternos. San Pablo afirma: “Nuestras tribulaciones son
nada en comparación con la futura gloria que se revelará en nosotros”. Que
pases un día feliz iluminado por esta verdad de fe. Hasta mañana.
Padre Natalio
Palabras del Beato Juan Pablo
II
“En el misterio pascual, Dios Padre,
por medio del Hijo en el Espíritu Paráclito,
se ha inclinado sobre cada hombre
ofreciéndole la posibilidad de la redención del pecado
y la liberación de la muerte”
Beato Juan Pablo II
Tema del día:
Encontrarnos con el
Resucitado
Según el relato de Juan, María de Magdala es la primera
que va al sepulcro, cuando todavía está oscuro, y descubre desconsolada que
está vacío. Le falta Jesús. El Maestro que la había comprendido y curado. El
Profeta al que había seguido fielmente hasta el final. ¿A quién seguirá ahora?
Así se lamenta ante los discípulos: "Se han llevado del sepulcro al Señor
y no sabemos dónde lo han puesto".
Estas palabras de María podrían expresar la experiencia
que viven hoy no pocos cristianos: ¿Qué hemos hecho de Jesús resucitado? ¿Quién
se lo ha llevado? ¿Dónde lo hemos puesto? El Señor en quien creemos, ¿es un
Cristo lleno de vida o un Cristo cuyo recuerdo se va apagando poco a poco en
los corazones?
Es un error que busquemos "pruebas" para creer
con más firmeza. No basta acudir al magisterio de la Iglesia. Es inútil indagar
en las exposiciones de los teólogos. Para encontrarnos con el Resucitado es
necesario, ante todo, hacer un recorrido interior. Si no lo encontramos dentro
de nosotros, no lo encontraremos en ninguna parte.
Juan describe, un poco más tarde, a María corriendo de
una parte a otra para buscar alguna información. Y, cuando ve a Jesús, cegada
por el dolor y las lágrimas, no logra reconocerlo. Piensa que es el encargado
del huerto. Jesús solo le hace una pregunta: "Mujer, ¿por qué lloras? ¿a
quién buscas?"
Tal vez hemos de preguntarnos también nosotros algo
semejante. ¿Por qué nuestra fe es a veces tan triste? ¿Cuál es la causa última
de esa falta de alegría entre nosotros? ¿Qué buscamos los cristianos de hoy?
¿Qué añoramos? ¿Andamos buscando a un Jesús al que necesitamos sentir lleno de
vida en nuestras comunidades?
Según el relato, Jesús está hablando con María, pero ella
no sabe que es Jesús. Es entonces cuando Jesús la llama por su nombre, con la
misma ternura que ponía en su voz cuando caminaban por Galilea:
"¡María!". Ella se vuelve rápida: "Rabbuní, Maestro".
María se encuentra con el Resucitado cuando se siente
llamada personalmente por él. Es así. Jesús se nos muestra lleno de vida,
cuando nos sentimos llamados por nuestro propio nombre, y escuchamos la
invitación que nos hace a cada uno. Es entonces cuando nuestra fe crece.
No reavivaremos nuestra fe en Cristo resucitado
alimentándola solo desde fuera. No nos encontraremos con él, si no buscamos el
contacto vivo con su persona. Probablemente, es el amor a Jesús conocido por
los evangelios y buscado personalmente en el fondo de nuestro corazón, el que
mejor puede conducirnos al encuentro con el Resucitado.
José Antonio Pagola
Meditación breve:
La tradición de los huevos de
Pascua
El origen de esta costumbre viene de los antiguos
egipcios, quienes acostumbraban regalarse en ocasiones especiales, huevos
decorados por ellos mismos.
Los decoraban con pinturas que sacaban de las plantas y
el mejor regalo era el huevo que estuviera mejor pintado. Ellos los ponían como
adornos en sus casas.
Cuando Jesús se fue al cielo después de resucitar, los
primeros cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes
de la fiesta de Pascua, en la que todos los cristianos debían hacer sacrificios
para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la
Cuaresma.
Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con
canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy
contentos, pues con los huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la
Resurrección de Jesús.
Uno de estos primeros cristianos, se acordó un día de
Pascua, de lo que hacían los egipcios y se le ocurrió pintar los huevos que iba
a regalar. A los demás cristianos les encantó la idea y la imitaron. Desde
entonces, se regalan huevos de colores en Pascua para recordar que Jesús
resucitó.
Poco a poco, otros cristianos tuvieron nuevas ideas, como
hacer huevos de chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son esos los que regalamos
hoy en día.
Fuente: Catholic.net
Nuevo video y artículo
Hay un nuevo video subido a este blog.
Para verlo tienes que ir al final de la página.
Hay nuevo material publicado en el blog
"Juan Pablo
II inolvidable"
Puedes acceder en la dirección:
Nunca nos olvidemos de
agradecer
Alguna vez leí que en el cielo hay dos oficinas
diferentes para tratar lo relativo a las oraciones de las personas en la
tierra:
Una es para receptar pedidos de diversas gracias, y allí
los muchos ángeles que atienden trabajan intensamente y sin descanso por la
cantidad de peticiones que llegan en todo momento.
La otra oficina es para recibir los agradecimientos por
las gracias concedidas y en ella hay un par de ángeles aburridos porque
prácticamente no les llega ningún mensaje de los hombres desde la tierra para
dar gracias...
Desde esta sección de "Pequeñas Semillitas"
pretendemos juntar una vez por semana (los domingos) todos los mensajes para la
segunda oficina: agradecimientos por favores y gracias concedidas como
respuesta a nuestros pedidos de oración.
Desde Bogotá, Colombia, recibimos el pedido de agradecer
a Dios, a la Santísima Virgen y a las personas que rezaron por la salud de
Gabriel G., de 34 años, que se va recuperando lentamente luego de haber pasado
por una situación muy complicada.
Desde Buenos Aires, Argentina, María Rosa agradece a Dios
y a quienes oraron por su esposo Emilio, que por la gracia divina está
recuperándose de su cardiopatía e implante de marcapasos.
Desde Córdoba, Argentina, agradecen a Dios Misericordioso
y a las personas que rezaron por Zulma, que está mejor, pero todavía necesita
que recemos por ella.
“Intimidad Divina”
Domingo de Pascua
“Este es el día que hizo el Señor: alegrémonos y
regocijémonos en él, ¡aleluya!” (Salmo responsorial). Es el día más alegre del
año, porque “el Señor de la vida había muerto, y ahora triunfante se levanta”
(Secuencia). Si Jesús no hubiera resucitado, vana habría sido su encarnación, y
su muerte no habría dado la vida a los hombres. El anuncio de la resurrección
produjo en un primer tiempo temor y espanto, de tal manera que las mujeres
“huían del monumento… y a nadie dijeron nada, tal era el miedo que tenían” (Mc
16, 8). Pero con ellas, y quizá habiéndolas precedido algún tanto, se
encontraba María Magdalena, que “viendo quitada la piedra del monumento” corrió
enseguida a comunicar la noticia a Pedro y Juan: “Han tomado al Señor del monumento
y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 21, 1-2). Los dos van corriendo hacia el
sepulcro y entrando en la tumba “ven las fajas allí colocadas y el sudario…
envuelto aparte” (ib. 6-7); ven y creen Es el primer acto de fe de la Iglesia
naciente en Cristo resucitado… Dios se sirve de cosas sencillas para iluminar a
los discípulos que “aún no se habían dado cuenta de la escritura, según la cual
era preciso que él resucitase de entre los muertos” (ib. 9). Aunque bajo otra
forma, las “señales” de la Resurrección se ven todavía presentes en el mundo:
la fe heroica, la vida evangélica de tanta gente humilde y escondida; la
vitalidad de la Iglesia, que las persecuciones externas y las luchas internas
no llegan a debilitar: la Eucaristía, presencia viva de Jesús resucitado que
continúa atrayendo hacia sí a los hombres.
La Liturgia pascual recuerda en la segunda lectura uno de
los discursos más llenos de conmoción de San Pedro sobre la resurrección de
Jesús: “Dios le resucitó al tercer día y le dio manifestarse a los testigos de
antemano elegidos por Dios, a nosotros, que comimos y bebimos con él después de
resucitado de entre los muertos” (Hc 10, 40-41). Todavía vibra en estas
palabras la emoción del jefe de los apóstoles por los grandes hechos de que ha
sido testigo, por la intimidad de que ha gozado con Cristo resucitado,
sentándose a la misma mesa y comiendo y bebiendo con él. La Pascua invita a
todos los fieles a una mesa común con Cristo resucitado, en la cual él mismo es
la comida y la bebida: “Ha sido inmolada nuestra
víctima pascual: Cristo. Así pues, celebremos la Pascua” Este versículo
está tomado de la primera carta a los corintios, en la cual San Pablo,
refiriéndose al rito que mandaba comer el cordero pascual con pan ácimo –sin
levadura– exhorta a los cristianos a eliminar “la vieja levadura… de la malicia
y la maldad”, para celebrar la Pascua “con los ácimos de la pureza y la verdad”
(1Cr 5, 7-8).
A la mesa de Cristo, verdadero Cordero inmolado por la
salvación de los hombres, tenemos que acercarnos con corazón limpio de todo
pecado, con el corazón renovado en la pureza y en la verdad; en otras palabras,
con el corazón propio de resucitados. La resurrección del Señor, su “paso” de
la muerte a la vida, debe reflejarse en la resurrección de los creyentes, actuada
con un “paso” cada vez más radical de las debilidades desde el hombre viejo a
la vida nueva en Cristo. Esta resurrección es manifestada en el anhelo profundo
por las cosas del cielo… La necesidad de ocuparse de las realidades terrenas,
no debe impedir a los resucitados con Cristo el tener el corazón dirigido a las
realidades eternas, las únicas definitivas. Siempre nos está acechando la
tentación de asentarnos en este mundo como si fuera nuestra única patria. La
resurrección del Señor es una fuerte llamada; ella nos recuerda siempre que
estamos en este mundo como acampados provisionalmente y que estamos en viaje
hacia nuestra patria eterna. Cristo ha resucitado para arrastrar a los hombres
en su resurrección y llevarlos adonde él vive eternamente, haciéndolos
partícipes de su gloria.
¡Oh Cristo
resucitado!, contigo tenemos que resucitar también nosotros; tú te escondiste
de la vista de los hombres, y nosotros tenemos que seguirte; volviste al Padre,
y tenemos que procurar que nuestra vida “esté escondida contigo en Dios… Es
deber y privilegio de todos tus discípulos, Señor, ser levantados y
transfigurados contigo; es privilegio nuestro vivir en el cielo con nuestros
pensamientos, impulsos, aspiraciones, deseos y afectos, aun permaneciendo
todavía en la carne… Enséñanos a “buscar las cosas de arriba” (Cl 3, 1)
demostrando con ello que pertenecemos a ti, que nuestro corazón ha resucitado
contigo y que contigo y en ti está escondida nuestra vida. (J. H. Newman)
P. Gabriel de Sta. M. Magdalena O.C.D.
Jardinero de Dios
-el más pequeñito de todos-
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